Esquire – La Pachamama y Machu Picchu

IMPRESO

El viaje es lo que cuenta, no el destino. Cliché tan cierto como equivocado para describir el encanto de Machu Picchu, Perú. En cualquier caso, nunca es suficiente. Mucho menos si comienza con una ceremonia en honor a Pachamama.

El trayecto comienza en el colorido Valle Sagrado donde el paisaje es espectacular, tanto como los vistosos colores de las artesanías textiles que integran flores verde limón o naranja, y patrones tejidos con diferentes simbolismos. Es prácticamente imposible no llevarse una o varias, eso sí, sin regatear. En Ollantaytambo está la última estación antes de Aguas Calientes, la base de la esperada maravilla.

Antes, el primer viaje, el interno. Una ceremonia tradicional que honra a Pachamama. Tambo del Inka Resort & Spa, Valle Sagrado es el escenario ideal para un rito donde se agradece, con cuantiosos objetos y plantas que reflejan el sincretismo que se desarrolló con el tiempo, basado en reciprocidad y ofrendas. La conexión es con las raíces, a nivel local… pero puede ser personal. Tres hojas de coca sostenidas con ambas manos y soplidos a la planta en señal de respeto a la tierra, las lagunas, a las montañas, al sol y la luna. Algunas oraciones en quechua en voz de Benedicto, curandero, a quién la misma naturaleza le hizo el llamado para realizar ese tipo de rituales. Humo de incienso, semillas.

Alrededor de una hora y media de viaje en el Vistadome, un tren con vista panorámica y vaya que lo vale. Los carros tienen amplias ventanas –incluido el techo–, desde donde se pueden admirar espectaculares paisajes y el cambio de ecosistema a bosque tropical. El tren avanza entre las gigantescas montañas, a veces la maleza hace estrecho el camino y parece que engulle el tren. Además, en el trayecto, una probada cultural: bailarines realizan la danza del Saqra, originaria de Paucartambo, Cusco, donde representan de forma divertida a los ángeles rebeldes que se volvieron diablos y buscan tentar a la Virgen del Carmen. Utilizan extravagantes máscaras de animales y pelucas, y trajes con contrastantes colores, llenos de adornos como pedrería, perlas y seda brillosa. Bailar con ellos es otro viaje, muy divertido.

Una vez en Aguas Calientes, el pequeño pueblo sirve como base desde donde salen los autobuses cuesta arriba hasta la entrada de la ciudadela, un trayecto de 20 minutos con curvas pronunciadas; algunas sacan uno que otro suspiro. Es imprescindible, antes o después de la visita al sitio arqueológico, un paseo por el lugar, su mercado y su gente; masticar hojas de coca y admirar artesanías textiles, prendas y peluches de fibra de alpaca.

En Machu Picchu el tiempo se toma su tiempo. Entre los Andes Peruanos y su densa niebla se asoma la asombrosa ciudadela inca, tímida, tal vez ante tantos clics de las cámaras, mostrando de a poco sus casas de oración y terrazas andinas que alguna vez fueron de cultivo; las alpacas, despreocupadas, pastan y admiran la pasarela de turistas boquiabiertos, jadeantes.

Inverosímil. A más de 2,400 metros sobre el nivel del mar, el Imperio Inca construyó una ciudadela enclavada en el bosque tropical, en la punta de una montaña de los Andes Peruanos, en absoluta armonía con el entorno, porque así lo entendían, eran uno mismo. La diosa inca, Pachamama, Madre Tierra, y su conexión con la gente eran vital en la cultura quechua.

Ahí, precisamente como su nombre lo indica, el tiempo, lugar y mundo son uno mismo, la Pacha; la mama es más obvio, la madre. El contraste entre las imponentes verdes montañas en el fondo y la ciudadela es la típica postal que atrapa primero la mirada, pero una vez en sus terrazas y murallas de piedra, la energía cambia. Como si sólo el presente, con esa portentosa vista y tantas preguntas como piedras, fuera lo único que existiera… ah, y las llamas y alpacas que siguen masticando descaradamente.

No es coincidencia. La arquitectura cautiva y la naturaleza enamora. El aire fresco despierta. Los incas priorizaban el trabajo y el sentido comunitario –incluyendo a Pachamama–, así que no es coincidencia sentir que la energía cambia. La Madre Tierra tiene sus trucos, silencio, las nubes se enredan entre las montañas y todo es blanco alrededor. Silencio. Es paradójico que en el destino comience otro viaje de rumbo desconocido, porque el blanquezco entorno hipnotiza. Silencio.

La respiración juega con el cuerpo, la suma de la excitación por el lugar y la altura hacen que el aire vaya y vuelva. Inhala, exhala. De pronto, si hay suerte alguna llama se cruzará en el camino entre los restos arqueológicos o posará coqueta para la cámara. Ahí viven, no como adorno, sino como parte intrínseca de Machu Picchu, de la cultura inca. Otras se pasean sin importarles nada más que el pasto.

De regreso, nuevamente el tren y sus coloridos y traviesos danzantes, unos pasos de baile con ellos; los paisajes de montañas nevadas y maleza abundante como escenario. En Ollantaytambo, un elote asado para el antojo.

Vuelta a la base: Tambo del Inka Resort & Spa, Valle Sagrado, donde después la travesía se corona con un masaje en el Kallpa Spa con jacuzzis y albercas con corrientes relajantes en cuerpo y mente. Por si fuera poco, una cena espectacular que incluyo diferentes tipos de papa –¡en Perú hay más de tres mil tipos diferentes de papa! En varias presentaciones, cuyo, alpaca (la carne es dulce y magra) y otros vegetales asados, de postre mousse de lúcuma con dulce de leche. Tan espectacular como aquellas vistas.

La mente regresa, casi como reflejo, a la pasmosa postal típica de Machu Picchu que genera asombro, cuantiosas preguntas e infinitas fotografías. La protagonista no es la ciudadela en sí, es la mezcla entre la vigorosa naturaleza y la arquitectura… ah y las llamas, que siguen pastando desvergonzadas.

La Pachamama y Machu Picchu

****Datos para la visita****

  • Hotel: Tambo del Inka, a Luxury Collection Resort & Spa, Valle Sagrado. Un lugar con vista privilegiada en el corazón del Valle Sagrado de los Incas. Desde el balcón privado se escucha la corriente del río Vilcanota. El spa terapéutico, las albercas de hidromasaje y la piscina interior permiten tener relajación absoluta.
    • En Resort ofrecen una experiencia con cerveza artesanal bajo la batuta de un especialista, quien explica como se produce mientras se degustan cuatro tipos diferentes, la IPA sobresale por su ligereza.
  • Vuelos: Latam Airlines tiene vuelos desde la Ciudad de México a Lima y a su vez, de Lima a Cusco.