OPEN – Sudáfrica très chic

IMPRESO

Fuera de los reflectores que iluminan los grandes destinos turísticos, está Sudáfrica. Allá donde sólo imaginamos tribus, animales salvajes y Nelson Mandela –irremediable cliché– hay un mundo vibrante. Lejos del lugar común, se descubren cafeterías pop, mercados que rescatan recetas ancestrales y pubs donde hace apenas 30 años, jamás imaginaron que todos, negros y blancos, tomarían cervezas juntos. Johannesburgo y Ciudad del Cabo tienen estilo, son ciudades incluso un tanto chic.

Fuera de los reflectores que iluminan los grandes destinos turísticos, está Sudáfrica. Allá donde sólo imaginamos tribus, animales salvajes y Nelson Mandela –irremediable cliché– hay un mundo vibrante. Lejos del lugar común, se descubren cafeterías pop, mercados que rescatan recetas ancestrales y pubs donde hace apenas 30 años, jamás imaginaron que todos, negros y blancos, tomarían cervezas juntos. Johannesburgo y Ciudad del Cabo tienen estilo, son ciudades incluso un tanto chic.

Llegar allá no es tarea sencilla, especialmente si el origen es México. Una vez en tierras sudafricanas, fuera de las visitas obligadas a museos, plazas, memoriales dedicados al Apartheid y algún safari, hay un sinfín de lugares que tienen onda, algunos están escondidos en viejos bodegones y otros son más fáciles de encontrar; eso sí, los lugareños recomiendan no caminar, pero eso no es un obstáculo para toparse con una buena taza de café, alguna artesanía tradicional y vanguardista o un bar acogedor. ¡Ah! prometo que no es un oda al pan dulce y el café, pero allá son fanáticos.

En Ciudad del Cabo está el Old Biscuit Mill, una antigua fábrica de galletas convertida en un mercado donde se concentran artesanos, diseñadores, cocineros y artistas que muestran lo mejor de su trabajo, su pasión. No hay ruta que seguir, una cosa lleva a la otra y cuando te das cuenta, llevas tres horas caminando entre los locales: es fácil hallar tiendas de diseño con nuevas propuestas, que van desde suéteres que rompen con cualquier tendencia hasta nuevas piezas realizadas a partir de objetos obsoletos. Entre escaleras rodeadas de ladrillos y viejos ventanales, se revelan talleres donde fotógrafos, artistas, decoradores y artesanos muestran su talento ya sea con pinturas o bien, con atractivos vasos de cerámica únicos, inconfundibles. Hay de todo y para todos. Los restaurantes y cafeterías son sencillos, incluso el estilo tiende hacia lo vintage, pero sorprende a los visitantes la capacidad para hacer de un simple sándwich, una experiencia gourmet que no permite parar de comer: baguette con queso brie, jamón ahumado, jitomate cherry, arúgula y reducción de balsámico; después, un buen café recién molido.

No todo es consentir al sentido del gusto. En Johannesburgo −paradójicamente, ja− la noche comienza con una buena copa de vino, algún queso y jazz. The Orbit no es un bar cualquiera, ahí el escenario está en la penumbra y entre la mirada fija de la gente, el saxofón, el teclado, el chelo y la batería conquistan al oído dejando escapar el tiempo. El ambiente es tranquilo, se presta para pasar una velada relajada, dejando de lado las preocupaciones.

En realidad sí se puede caminar, sólo hay que saber por dónde. Entre las calles de Parkhurst (una pequeña zona bastante tranquila de Joburg, como le dicen los sudafricanos), están algunas tiendas de artilugios viejos, camisetas con diseños juveniles y muebles, destaca un singular local rosa, muy rosa. 4th Avenue Coffee Roasters es muy chic, todo es rosa, en serio, y eso es lo primero que llama la atención; después de tallarse un poco los ojos, entonces el aroma a café, cadencioso y robusto, atrae inevitablemente y si a eso agregamos que hay una par de pasteles haciéndote ojitos… es irremediable. Mejor, disfruta.

La cultura del comercio justo está muy arraigada en Sudáfrica, hay mucho respeto por el trabajo artesanal. En Johannesburgo, 44 Stanley es una opción distinta para conocer de otra forma Sudáfrica. En una serie de edificios industriales antiguos, hoy hay una serie de tiendas, boutiques y restaurantes bastante interesantes. Basta pasear un rato entre las callejuelas para descubrir objetos con diseño de vanguardia, minimalista incluso; boutiques de artículos para el hogar, algunas artesanías, estudios de diseño y arte.

Después de ver un poco aquí y allá hay varias opciones para tomar un descanso. Ahí está Bean There Coffee Company, apenas entrando se ve lo rústico del edificio, un tostador de café y diferentes cafeteras a la venta; el concepto está basado en el comercio justo del café y ya sea que compres para llevar, tomes una prominente taza ahí o trabajes, el lugar es perfecto.

A unos metros está Vovotelo, una panadería que se convirtió en restaurant con cualquier cantidad de productos: pan brioche, rústico, ciabatta, croissant; sándwiches, ensaladas, pizza, huevos e incluso vino. Sin lugar a dudas lo mejor es el pan dulce.

Si la noche en Joburg pinta para algo más agitado, en una casona vieja en Braamfontein está Kitchener’s Carvery Bar, tiene más de 100 años de historia y sinfín de cervezas locales e internacionales. La luz es tenue y todo está hecho de madera, es antiguo; la barra está adornada con billetes, banderas, en fin, de todo. La música va desde progresiva, afrobeats hasta indie y permite entablar buenas conversaciones mientras gente pasa alrededor levantando el tarro y brindando.

Sin tanto alboroto a la vista –y a la cartera- pero sí al paladar, hay un par de lugares imperdibles, donde lo difícil es escoger la botana, el postre, la bebida o algún ingrediente que nos sacará una sonrisa en casa. Melissa’s –en Johannesburgo y Ciudad del Cabo- tiene de todo, y cuando digo todo, es literal: mermeladas, jugos, pan dulce, galletas, chocolates, pasteles, sándwiches, flores… es más, puedes tomar un café y leer una revista. Lo que hace verdaderamente singular a este lugar es que tienen productos que prácticamente no hay en ningún otro lado, eso, y la peculiar mermelada de tocino, lo sé, no suena bien, pero créanme, es magnífica. Charly’s Bakery, en Ciudad del Cabo, es tan pintoresco como en la televisión, hay mucha gente esperando probar algo, admirar algún ingenioso pastel o sólo tomarse una foto, pero cada segundo de espera vale la pena.

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