Vice – Así es el club de fútbol que une a judíos y palestinos en Israel

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Esta es la historia del Hapoel Katamon de Jerusalén, un club tan atípico como maravilloso que quiere romper las barreras sociales y religiosas entre judíos y palestinos a través del fútbol.

En Jerusalén parece que todo es blanco o negro: judíos por un lado, palestinos por el otro; el Muro de los Lamentos custodiado por cientos de fieles; y, arriba, la mezquita de Al-Aqsa, lugar de peregrinación de riadas de creyentes.

A veces, el fútbol permite construir historias épicas que, por más pequeñas que parezcan, son monumentales para un grupo de gente. En Jerusalén, la misma ciudad contrapuesta donde todos viven a la defensiva —o a la ofensiva— las 24 horas del día, hay una realidad paralela que se vive dentro y fuera del campo: la de los hinchas del Hapoel Katamon FC.

Cuando aparece el equipo rojinegro en la cancha, los tambores comienzan a retumbar… “¡Yalaaa! ¡Hapoel Jerusalén yo te quiero!”, se escucha en cada rincón. Y no, no es el equipo profesional el que se prepara para jugar, son los niños —musulmanes y judíos— que se enfrentarán a un equipo de Ra’anana, una población situada al noroeste de Jerusalén.

Los jugadores calientan sonrientes, saludan a sus padres, se pasan el balón entre ellos y se reúnen en círculo antes de comenzar el partido. En las gradas del pequeño campo, un puñado de gente les apoya, entre ellos Uri Sheratzki, periodista deportivo y fundador del equipo.

“En Jerusalén es difícil reunir una gran cantidad de aficionados; poco a poco hemos crecido, pero es difícil, ya que hay mucha gente religiosa que no ve fútbol porque no le interesa”, explica Sheratzki.

El Hapoel Katamon, que actualmente juega en la Liga Leumit —la segunda división israelí—, nació a partir del disgusto de algunos aficionados con la directiva del Hapoel Jerusalem FC. El Hapoel, desde el punto de vista ideológico, debía haber hecho frente al otro club de la ciudad, el CF Beitar de Jerusalén, que no acepta a musulmanes en sus filas.

Tras muchos desacuerdos con la directiva, un descenso de categoría y un sinfín de problemas, los aficionados disconformes fundaron un club donde pudieran integrar a judíos y musulmanes, a niños y niñas, a través del fútbol y también de las actividades sociales que organiza la entidad.

“Lo importante era preservar la comunidad que existía alrededor del Hapoel de Jerusalén, el equipo histórico de la capital del que muchos eran fans pero a quien el dueño convirtió en un desastre lamentable”, comenta Uri Levy, aficionado, miembro del equipo y periodista deportivo en babagol.net.

Los miembros del club pagan una cuota que entre muchos otros derechos les permite votar en decisiones consensuadas, ser elegibles como directivos, llevar a cabo sus propias iniciativas y, por supuesto, obtener entradas para los partidos en casa.

El Hapoel Katamon juega en el Estadio Teddy Kollek de la capital israelí y, aunque todavía busca alcanzar la máxima categoría, hoy presume de ser el único club con más de 500 miembros que lo administran, apoyan y dirigen; también es el primero de Israel que incluyó como miembro de la directiva a una mujer, Daphne Goldschmidt.

Alon, hincha del Katamon, es un israelí diferente: vive en Jerusalén, sus hijos asisten a la escuela bilingüe Mano a Mano de Jerusalén, un proyecto pionero donde judíos y palestinos estudian juntos.

Un aficionado llevó la bandera LGBT con el logo del equipo a un partido, la ondeó y un jugador del banquillo dijo que si ganaban correría con la bandera; ganaron y corrió. Semanas después, una iniciativa de otro aficionado propuso poner los banderines de esquina con la bandera LGBT. Luego hubo un torneo organizado junto a la comunidad homosexual”, explica Alon con orgullo.

En los programas del club participan más de 2.000 niños: se organizan torneos entre barriadas para las escuelas judías y palestinas, así como actividades para niños con discapacidades; los aficionados ayudan a los pequeños en sus estudios de hebreo, árabe y matemáticas; y además, se realizan entrenamientos con los jugadores del primer equipo.

“Lo tienen en el contrato. Cada jugador debe dedicar cuatro horas mensuales a los jóvenes de alguna sección: puede ser con las niñas, puede ser con los niños… en fin, no es fácil porque muchos jugadores se sienten estrellas, pero está en el contrato y todos lo respetan”, apunta Uri Sheratzki.

En el Katamon, todos se protegen entre sí: Jerusalén siempre está en crisis y siempre hay discusiones al respecto. “La temporada pasada, en un partido entre el Katamon y el Hapoel Umm al-Fahm FC —un equipo musulmán—, en momentos de tensión entre palestinos e israelíes, ambos equipos salieron cargando una bandera que rezaba ‘No a la violencia, no al racismo‘. Fue increíble”, recuerda Levy.

Mijal, hija de Alon, es aficionada desde que tiene cuatro años y acompaña desde pequeña a su padre al estadio; cuando hay crisis en el país, el tema también alcanza las escuelas.

“A veces hay discusiones [con las niñas musulmanas], pero la amistad no cambia, seguimos siendo amigas y no influye demasiado; sí que hay dos bandos, pero no es significativo”, cuenta Mijal, que se encarga de entrevistar a los futbolistas para el canal de Youtube del equipo.

El conjunto rojinegro debe evitar descender de categoría a toda costa, porque ello significaría que las actividades sociales deberían pausarse por problemas de financiación. El objetivo deportivo a corto plazo es mantenerse en segunda división; a nivel social, seguir apoyando las iniciativas de la gente.

En el campo, el partido sigue su curso: la gente en la tribuna respira hondo, traga saliva y sigue cantando; no son muchos pero son ruidosos. El fútbol no es lo de menos, pero es tan importante como lo demás.

La historia del equipo ha traspasado fronteras y desde 2010 ha realizado varias actividades conjuntas con el Werder Bremen alemán. “El club invierte en los barrios a su alrededor, incluso el FC Barcelona ha quedado impresionado con sus programas comunitarios”, afirma Ouriel Daskal en un reportaje de la CNN.

“El Hapoel Katamon es una ‘isla de cordura’ porque hay convivencia, igualdad. El club va más allá del fútbol, todos en Israel lo saben ya que el equipo tiene una mentalidad abierta, aceptan a todos”, finaliza Uri Levy.

Aquello que comenzó como un proyecto meramente deportivo pronto se convirtió en un equipo que ha cambiado la realidad social de la ciudad, y no estamos hablando de una población cualquiera sino de la capital de Israel.

Ese es el lado rojinegro de Jerusalén: una realidad paralela, alejada de los conflictos y las divisiones que vive Jerusalén, gracias al fútbol del Hapoel Katamon.

De Vice

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