El Economista – Los rifados de la basura, ¿héroes invisibles?

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Esa trinchera deja a los trabajadores del sistema de limpia completamente expuestos al contagio, más aún si se toman en cuenta las paupérrimas condiciones de trabajo; casi la mitad de esos trabajadores son “voluntarios”, es decir, no tienen sueldo, mucho menos prestaciones.

 

Hoy, la curva de contagios de Covid-19 está peor que nunca, al menos en la CDMX. Y en este congal de virus, bacterias, incertidumbre e ineptitud, algunos están más expuestos que otros, dependiendo de su actividad profesional y de las prestaciones del trabajo, políticas gubernamentales y acción de la sociedad civil.

En la narrativa popular es común enaltecer, y con razón, a los trabajadores de la salud por su relación natural e intrínseca con el coronavirus, pero ellos no son los únicos héroes o heroínas en el frente de batalla. Todos los días, con o sin uniforme, aproximadamente 25 mil personas en la Ciudad de México barren calles y recogen residuos sólidos. Apenas el 24 de enero de 2021, La Jornada publicó que van 383 trabajadores del sistema de limpia fallecidos, y esos son de los que hay registro… habrá que sumar “voluntarios”, de los que no existe ningún tipo de matriculación. “Pues sí hay compañeros que han fallecido. Un amigo que se llamaba Rafa falleció a raíz de la pandemia; de aquí del sector nada más es uno. El papá de un amigo que trabajaba en Neza murió, igual trabajaba de recolector de basura” confirmó el “Chino”, quien labora en la delegación Cuauhtémoc.

Tania Espinosa, coordinadora en Ciudad de México de Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por su sigla en inglés), labora desde hace tiempo con los trabajadores “voluntarios” que, para el sistema de limpia, son invisibles –ahorrándole millones de pesos al gobierno capitalino–, y cuán vulnerables son: “Gracias al Sindicato Único de Transportes y Recolección del gobierno de la Ciudad de México, que es la Sección 1, se sabe que hay 14 mil trabajadores contratados y 10 mil voluntarios. Obviamente el gobierno sabe cuántos contratos ha dado… pero en WIEGO trabajamos sólo con los voluntarios, y de ellos no hay ningún censo, no sabemos quiénes son”.

En los primeros meses de encierro dada la crisis sanitaria originada por el coronavirus, algunas alcaldías de la CDMX abastecieron a los trabajadores y voluntarios con material de protección, pero muy básico: “Hace como unos cinco meses nos dieron un cubre bocas y un par de guantes. Tenemos seguro, pero ves que ahorita todos tienen miedo de ir al hospital; hay compañeros que se han enfermado y se quedaron en casa a esperar salir lo mejor posible” dijo “Chino” en una charla informal a mitad de su jornada laboral. A su vez, Tania Espinosa lo aclaró tajantemente: “No hubo una política de ciudad que desde el gobierno de la Ciudad de México dijeran: ‘A todo el personal de limpia, contratado y no contratado, les daremos este equipo…’; de las entrevistas que nosotros tuvimos con ellos, algunos dijeron que no les dieron nada. Es contrastante porque en las noticias veía brigadas entregando uniformes como de astronauta en Iztapalapa, nosotros hablábamos con trabajadores de la alcaldía y nos decían: ‘sabemos que sí los repartieron, pero cuando fui, ya no me tocó’; otros dijeron que no sabían nada. Incluso donde sí hubo, no les dieron a todos, sólo a trabajadores de base, a los contratados, pero a todos los voluntarios no, porque no hay un registro… lo que hacen normalmente es darle las cosas al jefe de sector –trabajador de la alcaldía que administra a los voluntarios de barrido– y esa persona las repartía. En otras alcaldías reportaron que recibieron un cubre bocas y gel antibacterial, pero pues ya no sirven, ya los usaron”.

Más allá del Covid-19, las condiciones laborales antes de que se desatara la pandemia ya eran críticas: “De entrada, los riesgos que hay manejando, gente que se pasa el alto… vidrios, luego salen jeringas y no sabemos qué se inyectaron o para qué; puedes resbalarte o caerte del camión, prensarte una parte del cuerpo” comentó “Mano”, chofer de un camión recolector de basura en la delegación Cuauhtémoc. A la suma –casi siempre paupérrima– que reciben de propinas, los trabajadores de nómina tienen sueldo mínimo: “La verdad es muy poco lo que ganamos, estamos hablando de $1500.00 MXN a la quincena” dijo el “Chino” con tono alicaído; y así, es prácticamente imposible reaccionar ante una emergencia, mucho más difícil si es sanitaria.

El riesgo es constante para todos los trabajadores del sistema de limpia y sí es importante buscar las causas para corregir, pero también introducir en la narrativa una conversación enfocada en las soluciones. “Salió una campaña de ellos mismos, sobre todo de los de camión, pidiendo a la ciudadanía que separara sus residuos, que les avisara si había residuos sanitarios porque si no ellos se iban a contagiar…” dijo con tono triste Tania Espinosa, tras una breve pausa para tomar aire, continuó “la separación de los residuos en la Ciudad de México de por sí es un desastre, y si le sumas la parte de residuos sanitarios que tampoco está separando la gente, pues obviamente se encuentran con los residuos sanitarios y pues saben que se pueden contagiar”.

Los hechos hablan por sí mismos y dado el continuo repunte de contagios en el país, tras el deficiente manejo de la pandemia por parte del gobierno federal y local, una campaña en redes generada por los mismos trabajadores del sistema de limpia, no es suficiente. Para el “Chino” la petición a la gente es simple: “Yo por suerte no me he infectado. El miedo lo tenemos, hermano, pero hay que salir a trabajar, echarle ganas, la bendición y primeramente Dios que no pase nada. La mayor parte de la gente no separa la basura. Les pediría que tuvieran un poco más de consciencia; si tienen cubre bocas, guantes, que lo pongan en una bolsa y la marquen, la desinfecten.

Para WIEGO, a través de Tania Espinosa, tiene el camino de soluciones es claro: “El gobierno debe reconocer a los voluntarios como trabajadores, porque precisamente el nombre de voluntarios es para anular la relación laboral que existe entre el gobierno y ellos, y en realidad ellos están haciendo un servicio público que le corresponde al gobierno; si ellos no lo hicieran, el gobierno tendría que ocupar a otras personas para que hicieran el barrido y la recolección de basura donde ellos lo hacen. Eso se debe materializar en contratos de base para todos ellos; y para ver a quién se le dan esos contratos se debe hacer el censo. Hay una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, la 7/2016, donde uno de los puntos menciona que deben censarse los trabajadores voluntarios. Por supuesto, el gobierno debe proveerles de equipo y herramientas de trabajo, además de equipo para protegerse del coronavirus. Por otro lado, el de la ciudadanía, es hacer consciencia de que los voluntarios no tienen sueldo y por eso es tan importante la propina; además, separar los residuos, independientemente de la pandemia, porque es una manera de dignificar su trabajo y que ellos no tengan que hurgar entre los residuos mezclados para sacar los materiales reciclables”.

La situación de los trabajadores de limpia en la CDMX es crítica. El gobierno –paradójicamente– se lava las manos cada vez que puede; la gente los ignora o los insulta en la calle, y pocos, muy pocos, atienden a separar y marcas las bosas para evitar contagios. Entre peras o manzanas, cubre bocas o guantes, es responsabilidad de todos que los recolectores de basura tengan un trabajo digno con las condiciones mínimo necesarias.

“En WIEGO lanzamos en abril una campaña que se llama “Los rifados de la basura” que pueden encontrar en losrifadosdelabasura.com, y buscamos generar consciencia en la ciudadanía de las condiciones de trabajo de los voluntarios. Son historias de cuatro hombres y cuatro mujeres, en video, donde se hace un llamado a la gente a hacer la separación, al gobierno a hacer el censo y a incluirlos en la política pública porque normalmente se les invisibiliza” Tania Espinosa, WIEGO.

Para ver la primera parte, da clic en Los recolectores de basura en tiempos de pandemia. Clic si quieres ver la publicación original en El Economista.