IMPRESO
Cree en el futbol como metáfora de la vida y tiene la habilidad para convertir cualquier episodio en una historia. Es Jorge Valdano, un enamorado del balón y de los libros.
–¿En dónde nace el amor por las letras?
–En la lectura. El que quiera ver un autodidacta que me mire a mí. Nací en una casa donde no había libros, en un pueblo donde no había biblioteca, y comencé a leer porque me daba satisfacción; de pequeño comics de todos los tipos, de adolescente con colecciones de libros, recuerdo la primera que era de Salvat, libros de color naranja, el primero que leí fue El Retrato de Dorian Grey. Ahí un libro tira de otro libro y finalmente el amor a la palabra nace de ese impulso.
Nací en una comunidad relativamente pequeña. Hasta los quince años no vi el primer mundial por televisión de manera que el futbol también me entraba por la palabra, el radio y la revista El Gráfico donde se escribía, y muy bien, sobre futbol. Por eso siempre suelo decir que el futbol sin la palabra es poca cosa.
–¿Recuerdas alguna historia que te haya marcado?
–Había unas llamadas Historias Ilustres que lo mismo te contaban la vida de Winston Churchill que la de Pelé. Mi madre que era muy generosa no me ponía límites, entonces esperaba al autobús que tiraba las revistas para que las librerías las vendiera, yo iba, revisaba todo y me quedaba con lo que más me interesaba; las devoraba, francamente. Fíjate como ese tipo de lectura, puramente placentera, te termina creando un hábito de lectura.
–¿Para ti dónde convergen la literatura y el futbol?
–Hay gente que me dijo que el futbol es un territorio emocional que no se puede alcanzar desde la razón, pero yo tengo una contra prueba: el amor también es un territorio emocional y sin embargo la literatura vive del amor desde hace algunos siglos. Me parece que es un fenómeno que por su poder de movilización merece un análisis; a veces en un estadio encontramos expresiones espontáneas de la gente que están escondidas en la maraña social. A veces cuando vivimos nos autocontrolamos, el futbol libera el insitinto y nos saca el animal que fuimos y al que tenemos que vigilar.
–En tus textos, ¿dónde está la línea entre realidad y ficción?
–No soy más que un notario de la realidad. Hay poca imaginación en lo que escribo, lo que sí tengo es una cierta habilidad para convertir cualquier episodio en una historia, pero en general no me alejo de la verdad. No lo digo como un mérito, lo digo como una limitación; me encantaría tener más capacidad imaginativa, lo he hecho en alguna ocasión, he escrito cuentos, donde el germen es un episodio que viví en la infancia o algo que viví de casualidad y ahí sí se desata la imaginación.
–¿La máxima meta en el futbol es el gol?
–Ese es el objetivo. Como en todo, la perversión mete los dedos y para muchos entonces el objetivo es que no se los metan ¿no? Ahí es cuando el futbol se empieza a poner aburrido.
–¿En la literatura cuál es el gol?
–El gol es que no te abandonen a mitad del artículo. Ahí las cosas han cambiado de una manera notable. Mis amigos escritores me decían cuando comencé a escribir artículos que el aguijón tenía que estar en la cola, al final, que el último párrafo fuera muy contundente; ahora conviene que el aguijón esté en el primero porque si no, no te leen… y hay muchas probabilidades de que te abandonen a la mitad, hay que ser capaz de emocionar, de divertir, de interesar.
–¿Cómo viaja un futbolista?
–Un futbolista viaja por decreto o ley, es decir, no tiene opinión, no hace esfuerzos, y vive recluido. A un futbolista del Real Madrid, club del que he estado más cerca en calidad de ejecutivo, en el autobús ya le están entregando la tarjeta de embarque, sube al avión –vuelo chárter, privado–, llegando al destino se sube al autobús del equipo, que posiblemente haya cruzado toda Europa para que los espere, a ellos les parece lo más natural que esté ahí con su correspondiente chofer español; en el asiento encuentra la llave de la habitación y en la habitación encuentra la ropa que debe vestir… es decir, que todo es a la carta, hacemos todo lo posible para convertirlos en estúpidos y no lo logramos, son más inteligentes de lo que creemos. Lo que sí es cierto, es cuando uno deja el futbol y tiene que hacer las gestiones más primarias se encuentra con que no sabe cómo.
–¿Qué te gusta leer cuando viajas?
–Soy desordenado y generalmente llevo tres o cuatro libros: novelas, ensayos, biografías… en fin, en función del estado de ánimo voy abriendo uno u otro.
–¿Qué se debe buscar en un viaje relacionado al deporte?
–Experiencias. El futbol es una excusa maravillosa. Las emociones hay que respetarlas, decía que hay que cuidarlas pero tampoco podemos vivir sin ellas, dan un impulso agradable.
¿Qué siempre llevas contigo en la maleta de mano?
–Entre risas– el ordenador, qué remedio.
–¿Dónde quedó el futbol romántico?
–Está en todas partes. En un mismo partido puedes encontrar la grandeza y la miseria. Si iluminas la parte más noble podrás encontrar cierto romanticismo, pudimos ver en la Eurocopa que Islandia desde su condición de espíritu amateur termina desafiando a las grandes potencias mundiales, es imposible no conmoverse y no ser un poco islandés ante esa desproporción, entre el súper profesionalismo y la voluntad de estos guerreros. Además en el futbol hay una ventaja que combate a la corrupción, incluso es feo decirlo ahora que los problemas de la FIFA los está resolviendo el FBI, pero hay menos corrupción que en otros campos porque hay mucha gente mirando. Es muy difícil ver al hijo del presidente jugando de delantero central.
–¿Y el periodismo deportivo?
–El periodismo ha evolucionado hacia las dos puntas: hay un tipo de periodista que hasta mejora los partidos, que es capaz de mirar lo esencial, que descubre el nudo del partido y hace de la crónica un cuento; y hay otro tipo de periodismo que se queda en la anécdota, que se empantana en la polémica y disfruta con ella, en donde más que buscar la verdad, en su afán de ser visible, habla desde la afición a un determinado equipo. La reflexión nos pone ante un periodismo muy bueno que ha evolucionado extraordinariamente, y uno muy malo, muy desagradable pero muy exitoso en este contexto donde las polémicas a mucha gente le interesan.
–Es imposible no hablar contigo y tocar el tema de Messi por ser compatriota y CR7 por ser un ícono del Real Madrid. ¿Qué consecuencias tienen sus actos y/o palabras?
–Muy grandes. Cuando Messi renunció a la selección argentina después la final de la Copa América frente a Chile, una maestra le escribió una carta que a mí me pareció el episodio más interesante del conflicto, en donde le pedía ayuda para educar a sus chicos. Lo que dicen o hacen Messi o Cristiano, hay muchos chicos que lo llevan a su estilo de vida, por lo tanto estos héroes terminan teniendo un poder no sólo futbolístico sino social.
Aquí lo que hay que hacer es iluminar la parte buena: a Cristiano Ronaldo se le critica por el ego o actitudes protocolarias pero hay que entender que ese ego es lo que lo convierte en un súper profesional, la vanidad es un componente fundamental del artista, de aquél que desafía a un público y a él esa vanidad le ha servido para superarse cada día, incluso se ha construido un cuerpo nuevo, un cuerpo distinto al que tenía cuando comenzó en el futbol; era un esmirriado y hoy es un gladiador que no da tregua. Messi es un genio, un natural, alguien que nació con una ventaja competitiva tremenda. Cristiano Ronaldo tiene el valor que desde la voluntad es capaz de arrebatarle el Balón de Oro el día que Messi se descuida. Eso me parece muy valioso.
De todas maneras la pregunta es si conviene ser Messi o Cristiano Ronaldo. Pues la renuncia de Messi a la selección de argentina es una de las respuestas, es decir, todos quieren ser Messi menos Messi, que está cansado de ser Messi; que puede sentir que no es capaz de responder a las enormes expectativas que su figura crea. Son tipos muy exitosos a los que no les perdonamos no tener éxito y eso es muy agotador.
–¿Pero el segundo lugar es no ser exitoso?
–Precisamente por eso la maestra le dice: “no le enseñes a los pibes que ser segundo es un fracaso”. Dividir el mundo en ganadores y perdedores es una de las perversiones más grandes de la globalización y la hemos convertido en un mandamiento que en el futbol lo aplicamos con una irresponsabilidad increíble.
–¿Cómo fue meter un gol en la final del Copa del Mundo y ser Campeón del Mundo?
–Te deja para toda la vida la tranquilidad de saber que en la tarea que más te ha apasionado has logrado la emoción máxima. No hay nada más grande un Mundial, no hay nada más grande que una final, no hay nada más grande que un meter un gol en una final. Sí te digo que cuando el balón iba a la portería le iba rezando y la oración era muy simple: “entrá por favor, entrá…” Con la seguridad que iba a ser un poco más feliz o menos feliz el resto de mi vida. No es que uno lleve puesto el gol todo el rato, pero saber que eres uno de los privilegiados que ha tenido esa satisfacción.
–Eres un privilegiado que puede contarlo de otra forma.
–Son dos universos distintos. Un libro no te enseña a jugar futbol, es un balón cuadrado, es inútil para jugar. Es cierto que tengo una singularidad, hay muchos intelectuales que están mirando por el ojo de la cerradura a ver qué ven dentro del mundo del futbol, y yo veo de dentro hacia fuera. Saber contarlo no te da ventajas futbolísticas. A lo mejor yo cuento mejor que Maradona pero lo que me gustaría hacer es lo que hace él.