IMPRESO
Hablar de Juan Villoro es, sin lugar a dudas, hablar de literatura-filosófica-balompédica-política-mexicana-contemporánea donde se extraen, a través de las palabras, realidad y ficción hasta mezclarse y perderse en un viaje entre páginas que tienen pausa pero no fin. Hablar con Juan Villoro, es un viaje en sí mismo.
Juan es un viajero empedernido, que disfruta de los planes y las improvisaciones, lo inesperado y lo sorprendente: “Me gusta muchísimo viajar, soy un viajero caprichoso, mi vida sería muy diferente sin los viajes pero tampoco soy un viajero exhaustivo. Hay muchos lugares que no conozco y que probablemente no conoceré, en ocasiones prefiero regresar a un lugar que ya conozco y darme el lujo de no ir necesariamente a todos los lugares turísticos, sino complementar con sorpresas. Hay lugares como París que prácticamente en cada manzana hay algo de interés, dependiendo del hotelito que te toca, a lo mejor ahí está la casa Rosseau y la visitas porque te quedó al lado, ese tipo de coincidencias me gustan mucho”.
Siempre hay lugar para los sueños y la conquista de llegar a un lugar anhelado: “Es muy buena pregunta. Me gustaría conocer el desierto de Australia y algo de África, no conozco nada de África. He ido sólo una vez a Grecia, me quedé muy corto respecto a las islas. Barcelona es mi segunda casa, ciudades inagotables como Londres o Nueva York que se están reinventando siempre, que crees que las conoces y a la vuelta de dos años ves que hay nuevos espacios”.
Los viajes siempre son un buen pretexto para sellar un antes y un después: “(el viaje que más me marcó) yo creo que fue a Japón, un viaje largo, de tres semanas, y es una civilización absolutamente extraordinaria, donde sientes que lo único que falla eres tú, es decir, es un mundo tan perfecto, tan espiritualizado, donde coexiste la ultra modernidad con la tradición más afianzada; un espacio de sorpresas continuas. Me ha marcado por esta sensación de otredad y sobre todo por sentirte rebasado por algo que te excede y te supera”.
El viaje no sólo es el destino, también es el trayecto y lo que sucede en él. “Una de las grandes ventajas para los que nos gusta leer, es que el avión te da muchas horas de lectura –primero por la larga espera para subir, los continuos retrasos y demoras y el tiempo a bordo–, todo tiempo perdido es ganado para la lectura, no me desespero, no puedo hacer nada para cambiarlo, son espacios de lectura que aprecio mucho. El ser humano necesita ciertas agitadas, como esas viejas medicinas que decían: ‘agítese antes de usarse’ para pensar de otra forma las cosas que uno tiene atoradas y que en la cotidianidad no se pueden ver con claridad. Los viajes te ayudan mucho porque te dan otra perspectiva, todos estamos rodeados digámoslo así, de la hojarasca de los días, cosas que no importan pero que nos están molestando. Los viajes te llevan a lo esencial, te llevan a algo más certero y significativo”.
Dice el viejo refrán que barriga llena, corazón contento y Juan Villoro corrobora el sentimiento hablando de gastronomía: “Es una manera de conocer un país absolutamente imprescindible. No solo por la comida en sí, si no por los lugares de reunión. Ver a la gente, cómo se comportan, los hábitos, las costumbres, es una parte esencial del viaje siempre. Me he desviado en la carretera porque recomiendan mucho una comida en un lugar de Francia por ejemplo, hay un guiso en el sur de Francia que es la Cassoulet: en la carretera había una señal con una olla con potaje, si una olla merece tener una señal oficial en la carretera hay que desviarse a ver qué contiene. Cada vez que uno va a un lugar, Japón, India –a donde no he ido–, México… la recompensa gastronómica es decisiva”.
Juan tiene varios recuerdos especiales, diferentes, pero una anécdota atípica resalta entre las demás: “Muchas. Muchas experiencias, he escrito desde un texto breve de no ficción en un vuelo en donde yo creí haber reconocido unos narcotraficantes y ellos se acercaron a confesarse conmigo porque pensaron que era sacerdote, entonces era un malentendido recíproco. De esos malentendidos está hecha la desconfianza mexicana y también la literatura. Ha habido viajes muy importantes para mí como el que hice a la selva Tojolabal con los zapatistas. Trabajé en dos barcos cargueros y eso te da una dimensión del tiempo diferente a lo habitual”.
Entre crónicas o novelas, el escritor se mueve de un lado al otro, a veces para escribir, otras para leer y algunas otras, pocas, para disfrutar. El oficio –arte– de escribir le permite conocer y (re)descubrir lugares desde donde surgen nuevas ideas o simplemente regresar en el tiempo donde estuvo y ya no está. En cualquier caso, ya sea con letras impresas o entrevistas elocuentes, él es capaz de hacer viajar a la imaginación.
Y ya sea para escribir, fotografiar o simplemente experimentar, los viajes siempre dejan una huella indeleble, al menos, en la memoria.
Biografía Juan Villoro
Juan Villoro nació en la Ciudad de México en 1956. Fanático del Barcelona por influencia de su padre y del Necaxa; amante del rock y de la lectura desde pequeño. Periodista incisivo y escritor de crónicas, novelas, obras de teatro, ensayos, cuentos y columnas. Fue agregado cultural de la embajada de México en Berlín entre 1981 y 1984. Es miembro de El Colegio Nacional (México), profesor de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, y profesor invitado en Yale (Boston), Pompeu Fabra (Barcelona) y Princeton (Nueva Jersey). Además pertenece al cuerpo docente de Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Algunos de los premios más importantes que ha recibido son: el Premio IBBY (International Board on Books for the Young) por la novela para niños El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica (1992); Premio Villaurrutia por el libro de cuentos La casa pierde (1999); Premio Herralde por la novela El testigo (2004); y el Premio Internacional Manuel Vázquez Montalbán por las crónicas de futbol Dios es redondo (2006).
Obras de Juan Villoro
Un libro delimitado por un campo de futbol que a su vez es el mundo mismo. Crónicas de un reportero que estuvo a ras de cancha en el Mundial de Francia en 1998, y atrás de la caja de transistores en el Mundial de Corea y Japón en 2002. Conversaciones con el futbol puro, a través de Jorge Valdano, reflexiones, memorias de la infancia alrededor de la pelota. Pasiones y afición envuelven a dios, que es redondo.
“El testigo habla de cómo el regreso ilumina y oscurece lo que se ha cultivado desde el dolor o la nostalgia. Una novela sobre la memoria, la interpretación, el deseo, la culpa y los secretos. Una historia que vuelve una y otra vez sobre los múltiples pliegues que hay en la figura del testigo. Un libro lleno de belleza, con diálogos que cobran cuerpo: las voces rurales, las mafiosas, las narco, todas suenan como si uno estuviera allí, formando parte del terreno”[1].
“Los cuentos de Apocalipsis (todo incluido) avanzan con soltura por caminos cuesta arriba: dudosas herencias familiares, arrestos que derivan en partidos de futbol llanero, amigos de toda la vida que funcionan como el mejor de los enemigos; pero también remontan corrientes traicioneras: la necesidad de reinventarse en medio de cada crisis, de sobrevivir a las batallas que se pierden por goliza. Con precisión y enorme sentido del humor, Villoro retrata a ciudadanos empeñados en ignorar su desgracia, ya sea por sobrevivencia o por deporte, pero también porque esperan que cuando el mundo se resquebraje en mil pedazos, les toque algo mejor”[2].
[1] Reseña de La Voz http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/resena-del-libro-el-testigo
[2] Reseña de Sin Embargo http://www.sinembargo.mx/15-12-2014/1183610