IMPRESO
NO SE SABE EXACTAMENTE qué fue primero: el vino mezcal –como le llamaban al tequila cuan- do empezaron a producirlo– o los relatos… pero están íntimamente ligados. En Tequila, el aguar- diente y la tradición han generado leyendas que le dan otro color a las fachadas del pueblo mágico. Nadie sabe qué fue real, pero el lugar se rige por la bebida y el folclore de sus efectos.
El mismo origen del tequila es, en sí, una leyenda que cuenta cómo un grupo de indígenas mexicas caminaba en el campo entre magueyes cuando una tormenta los sorprendió. Se refugiaron en una cueva mientras pasaba la lluvia, y un rayo azotó una de las plantas, cociéndola. Esto hizo que la planta comenzara a desprender un olor inigualable que los atrajo, y descubrieron su miel… y lo demás es historia.
El diablo y don Cenobio Sauza
La historia de la producción industrial del aguardiente se remonta a 1758, cuando José Antonio de Cuervo y Valdés abrió una de las fábricas más imponentes del ramo, que años más tarde se llamaría La Rojeña, y es hoy la destilería de José Cuervo.
La historia dice que don Cenobio Sauza Madrigal, fundador de la fábrica Sauza, llegó a Tequila desde Teoucuitatlán de Corona, Jalisco. A los 15 años comenzó a trabajar para Cuervo, y después adquirió la destilería La Perseverancia para producir su propio tequila.
Se dice que un trabajador acompañó a don Cenobio con los ojos vendados a una cueva en la loma donde se firmaría un pacto. La curiosidad lo venció, y cuando se quitó la venda, vio a Cenobio encadenado, recibiendo azotes del diablo. El miedo alejó a la gente de la fábrica, y muchos se negaban a trabajar para él. Cuentan que la familia Sauza se convirtió en benefactora del pueblo para sanar el alma de don Cenobio.
Otra historia que se cuenta es la de Satanás, el corcel de don Cenobio. Eran tan cercanos, que cuando el señor falleció, el animal murió de tristeza. Muy cerca de La Perseverancia está el “callejón del diablo”, donde se dice que en las noches aparece el caballo Satanás, y que a quien se encuentra, lo lleva hasta las puertas del infierno.
Los lavaderos de Cipriano Rosales
A un par de cuadras de la fábrica de Sauza están los misteriosos lavaderos comunales. En 1918, durante el gobierno del presidente municipal Cipriano Rosales, muchas tequileras tomaban clandestinamente agua de los arroyos, así que Rosales ordenó la construcción de unos lavaderos públicos. Los relatos cuentan que, a principios de 1920, una señora llamada doña Félix, que lavaba ajeno desde los 15 años, iba siempre a lavar en el mismo lugar, y para alcanzar bien, se subía en un banquito.
Doña Félix murió por causas naturales cuan- do tenía 85 años, y la gente del pueblo guardó el banco pensando que nadie más lo utilizaría… pero, a la mañana siguiente, volvió a aparecer en el mismo lugar. Así sucedió por varios días, hasta que, finalmente, lo fijaron con cemento para que ella fuera desde el más allá a lavar. Y no es todo: si se cuentan los lavaderos de un lado al otro suman 83, pero si se enumeran de regreso, jamás, a nadie, le salen las cuentas.
El dragón dormido
En la plaza central, donde está la parroquia de Santiago Apóstol, está también la Cruz Atrial, hecha de piedra. Ahí, el viento se siente mucho más fuerte, el aroma a agave se percibe todo el día, y se intensifica cuando llega el atardecer. Cuenta la leyenda que debajo de la cruz está la cabeza de un dragón dormido y que su cola llega hasta el volcán de Tequila. Se asegura que el dragón aún está respirando y por eso el aire se siente más intenso.
Tequila es un pueblo vibrante y lleno de colores. Las fachadas coloniales, las calles empedradas de los primeros cuadrantes, las tiendas con barriles y licores, los árboles lluvia de oro y el volcán, completan la pintura de historias y sabores. El aroma a agave embelesa el alma; seduce todos los sentidos hasta embriagarlos.
Fábricas del horror
Don Cipriano Rosales también fue propietario La Castellana, que, en su época, se conocía como la Fábrica de los Monstruos, pues el antiguo presidente municipal sólo contrataba personas con discapacidades o mutilaciones, y la gente ignorante así los llamaba con desprecio. Hoy, la fábrica está abandonada, y se ha utilizado en algunas ocasiones para filmar películas de terror, como Vacaciones de terror, en 1989.
En otra fábrica en el centro de Tequila se produce aguardiente artesanal: la exhacienda El Martineño, que hoy sigue funcionando. Se cuenta que Anita, la hija del hacendado, murió ahogada a los 12 años en el río escapando de un capataz que quería abusar de ella.
Su cuerpo jamás fue recuperado, y hasta la fecha, algunos trabajadores aseguran haberla visto jugando y paseando por la hacienda. Aquellos que conocen la historia y visitan la fábrica le dejan un dulce a Anita para que ella no los siga hasta su casa.
VER+HACER
La Ruta del Tequila es un buen pretexto para conocer varias fábricas y procesos de producción. La mejor para comenzar el recorrido es Mundo Cuervo, pues además de visitar La Rojeña, cuenta la historia de la empresa. Asimismo, su tour por el pueblo de Tequila con la guía Mayra Alejandra Hernández es imperdible, nadie se sabe las leyendas mejor que ella.